Su pelo de un castaño rojizo ,empezaba a poblarse de unas tenues canas en las sienes...Siempre se había preguntado como sería envejecer juntos y más aún , sostener una montaña de años de matrimonio.
Marco movía nerviosamente sus manos y la pulsera de oro ,bien finita , bailaba caótica ,sin ritmo en su muñeca izquierda.
-Esta mañana estuve con la psicóloga Benitez..., llegamos a una conclusión,que no debo ser más tu enfermero.
-¿Cómo mi enfermero?..Pensé que eras mi marido...¿Entonces?
-Mañana me iré a vivir con mi mamá...Pienso en Tomás...¿Qué va a ser de el o quién se va a ocupar?
-Tomás puede entender perfectamente, además están en primer lugar vos Marco, sus abuelo,tíos..pueden ocuparse junto a otras personas de nuestro hijo, sin que esté lejos mio mientras yo me recupero...Agregó Francesca mientras sus ojos seguían con la vista esquiva de Marco.
María Francesca trataba no perder la calma, dentro del estupor y su ciego entendimiento.Sintió como su espalda y cuello se ponían duros como estacas.
-No, yo me voy, hasta taquicardia tengo....Te ubico en la casa una señora permanente y solucionado.
Marco se puso de pie y Francesca comprendió que la firmeza de sus palabras eran convincentes.
-No es el momento Marco, estoy mal, estoy enferma. Ya me voy a mejorar.
Marco siguió con su discurso premeditado , sin escucharla...¡Qué locura! El enfermo ¿era el o ella?
-No es el momento Marco, estoy mal, estoy enferma. Ya me voy a mejorar.
Marco siguió con su discurso premeditado , sin escucharla...¡Qué locura! El enfermo ¿era el o ella?
Francesca dejó de insistir, no tenía fuerzas tampoco, le pidió que esa noche durmiera en el cuarto de huéspedes.
No eran dos pares de huellas juntas que recorrían el mismo sendero,no podía hacer que su voluntad volviera, su boca parecía amordazada por el gran temor a las amenazas y la violencia de Marco.
Francesca añoraba otros tiempos...como si pasaran colgadas de una cola de barrilete algunas fotografías cuando la salud la acompañaba, imágenes de un atardecer juntos ,en bicicletas recorriendo las calles arboledas de robles y palmeras de Parque Leloir, para descubrir luego los cantos de las calandrias y los pájaros carpinteros ,o las cenas en Puerto Madero con el reflejo de la luna .
Ese 3 de diciembre , Francesca supo que estaba sola.
Francesca añoraba otros tiempos...como si pasaran colgadas de una cola de barrilete algunas fotografías cuando la salud la acompañaba, imágenes de un atardecer juntos ,en bicicletas recorriendo las calles arboledas de robles y palmeras de Parque Leloir, para descubrir luego los cantos de las calandrias y los pájaros carpinteros ,o las cenas en Puerto Madero con el reflejo de la luna .
Ese 3 de diciembre , Francesca supo que estaba sola.
Absolutamente sola para hacerse cargo de sí. Nadie iba a hacerlo por ella. Vio como su esposo huía como una gacela.
Se ha escrito que la sensación de abismo de la depresión es grande e inexplicable, y que la voluntad es el órgano más quebrado. Así estaba Francesca, partida en dos como una hojuela al costado del arroyo, deshecha física y mentalmente.
Ese tres de diciembre , en otro atardecer Francesca replegó sus alas para dejar de volar. Escondió sus brillantes colores y abandonó el cielo y las flores.
Se ha escrito que la sensación de abismo de la depresión es grande e inexplicable, y que la voluntad es el órgano más quebrado. Así estaba Francesca, partida en dos como una hojuela al costado del arroyo, deshecha física y mentalmente.
Ese tres de diciembre , en otro atardecer Francesca replegó sus alas para dejar de volar. Escondió sus brillantes colores y abandonó el cielo y las flores.
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