martes, 15 de enero de 2019

Capítulo 10.El doctor Ibañez

El día miércoles era tedioso porque estaba asociado con una visita de Francesca y Marco al sanatorio,una vez por semana.
Francesca se arreglaba prácticamente nada, con la ropa detallada de siempre, la misma pollera,camisa y  chatitas. Tenía que disimular, conformar a su esposo , saberse las preguntas de memoria y acomodar un poco las respuestas para que parecieran nuevas...Ya levantarse de la cama era como pretender abrazar el universo con sus dos manos.

Un rato antes de sesión , Marco mostraba su molestia. Le recriminaba no hacer nada,  haber suspendido sus actividades, que debía socializarse, programar un viaje, un curso. Así era todo el trayecto hasta la clínica, un largo monólogo que Francesca soportaba estoicamente como la más grande heroína.
Amaba los viajes , su refugio de lectura en una glorieta de rosas trepadoras del rosedal, la vida al aire libre,bailar, escuchar música, patinar, y las tortas con abundante crema y dulce de leche...Sin embargo ,no tenía el ánimo para todavía recuperar esa vida.

El sanatorio estaba en Barrio Norte, parecía un elegante hotel de cinco estrellas, todo revestido en mármol y brillantes los herrajes.Una voz femenina en el ascensor anunciaba los pisos donde paraba, mientras una música clásica se hacía escuchar por los parlantes .La gente iba y venía por los pasillos,tal vez más sana o más enferma.

En la sala de espera del consultorio del Dr Ibañez había sillas confortables y algunos cuadros con imágenes de caballos. Un ventanal daba a un especie de jardín interno de invierno. Francesca en la espera tuvo claramente dos sensaciones, como si tuviera puestos unos zapatos de cemento en el andar y la otra fue sentirse igual que una de aquellas hojitas, partidas y secas....Había un pedacito de su corazón.

Un desgaste inútil cada miércoles, a la misma hora, de la misma manera y con Marco a su lado lo que conllevaba  pérdida de tiempo porque Francesca callaba frente al Doctor Ibañez. El psiquiatra y Marco eran amigos y si bien habían perdido contacto , se reencontraron a partir de la crisis momentánea de María Francesca.

-¿Cómo tenerle suficiente confianza en contarle al Doctor qué le pasaba?..¿Cómo relatar lo que tenía atragantado en su garganta delante de su esposo?....

-¿Cómo se encuentra Francesca?...
Ella dedujo que mucho no parecía importarle al profesional lo que tenía para decir.
-Mejor- respondía, cuidando el tono de voz, tratando que la mentira no desnudara sus verdaderos sentimientos. Estaba igual o cada vez peor. Su discurso siempre parecido.

-¿Señora puede dormir?...¿Escucha ruidos raros o ve imágenes?...
-No Doctor...jamás vi ni oí nada raro, también puedo dormir....paso por una depresión, nada más.
Lo cual era cierto.
Por sus adentros Francesca se decía a si misma lo que no gritaba....
-Si pudiera el Dr Ibañez leer mis pensamientos...si supiera del maltrato de Marco...¡del miedo terrible qué siento!...Con el más grande de los temores , la amenaza que le saque de su lado a su niño Tomás.

Con su frialdad habitual el Doctor ,le indicaba o ajustaba la medicación y listo. Estaba claro que no iba a entender nunca la verdadera situación porque  ignoraba los detalles que profundizaban el abandono de persona en el cual estaba inmersa. Inclusive la responsabilidad de asistir a un enfermo en cuanto a ocuparse del control de la medicación,  horarios y o pautas farmacológicas indicadas, las cuales siempre corren por cuenta de la familia. 
Pero Francesca ya no pedía ayuda, no quería agregarse la más mínima preocupación,  si hasta una pluma que cae al piso le resultaba un enorme problema.

En estas sesiones estaban los tres. El médico sentado detrás de un escritorio de roble, sosteniendo un cenicero y retratos familiares. Una lámpara antigua que  le había llamado la atención a Francesca,se parecía tanto a la que su abuelo tenía en su escritorio. Las paredes lucían algunos diplomas con los marcos fileteados en dorado y en el lapicero dormían varias con las iniciales del psiquiatra.

El Dr Ibañez, Marco y Francesca,....la señora de los silencios.




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